Tres finales... ¿Cúal empiezo?



La última letra del diccionario

Estaban sentados en círculo. Los seis. Luisa empezó a llorar. Sabía que tenía que ser fuerte, que no podía permitirse ser débil, no solo por ella, sino por todos. Pero ahora solo quería llorar. Seria fuerte más tarde.


Su llanto no rompió el silencio. Las lágrimas no hacen ruido. No lloraba por el pobre Martin, enterrado en un jardín sin flores, aunque lo echaría de menos. Tampoco lloraba por lo que habían hecho. Nadie pregunto por qué lloraba, y no se acercaron a abrazarla, como hubieran hecho antes. Y, sobre todo, por eso, lloraba Luisa.



El tiempo de la felicidad


Así que debería decir que después de conocer a Miguel aprendí una lección valiosa, y que vivimos juntos para siempre. Hasta yo prefiero que los finales sean felices.

Tampoco fue demasiado triste. El caso es que Miguel, al cabo de un tiempo, no importa cuánto, también se fue y yo me quede en la isla. Fuimos felices durante el tiempo que duro la felicidad. Que pocas veces es para siempre.




Las abejas


Pero el niño, que aún no recuerda, no sabe que volverá a encontrar la misma cámara muchas veces, que será observado, mientras sus manos frágiles e inocentes, se vuelven duras y comienzan a hacer daño, y a dar felicidad.

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