Mariana
Me llamo Mariana.
Seguramente mi apellido resulte familiar, prefiero no decirlo.
Como pueden ver, me
encuentro en una situación incómoda, y estoy segura de que la gran
mayoría de mis conocidos se escandalizaría si me vieran aquí.
Recluida entre retrasados mentales y delincuentes.
Este sitio huele mal.
numerosas ocasiones. Mis quejas se desestiman en cuanto las
presento.
Necesito hablar con el director de este tugurio. Relleno los formularios
oportunos solicitando que me reciba en su despacho, incluso le ofrecí
la posibilidad de que me visitara en mi habitación. Sé que no es
lo más apropiado, pero creo que, dadas las circunstancias, cierta
ligereza en el decoro puede considerarse aceptable.
Estoy segura de que él
me entenderá. Con él podría hablar con un igual, pero insisten en
que de momento continúe como hasta ahora.
Debo seguir contando mi
historia una y otra vez al mismo hombrecillo con cara de ratón que
me pregunta si hice lo que hice por alguna razón.
Miro en sus ojos y veo
que espera una respuesta que le permita comprender. Espera que me
suelte el pelo, empiece a llorar y, como una de las retrasadas en el
pasillo, grite que unas voces me lo ordenaron o, quién sabe qué
otra sandez.
No entiende que a mí
nunca nadie me ha ordenado nada.
Empiezo a pensar que mis
peticiones no llegan al director. Que las mujerzuelas, que dicen ser
enfermeras, y me aseguran que las harán llegar las esconden en sus
batas blancas.
Sé que están
disfrutando de mi desgracia. Son sutiles, al menos lo intentan en la
medida en que sus pobres modales se lo permiten, pero a veces oigo
sus risas.
Por eso debo hablar con
el director.
Él entenderá.
El informe
La paciente fue derivada a la
institución el 25/05/2012 desde los servicios de atención primaria
de su barrio, a los que acudió para acompañar a un miembro de su
servicio doméstico que presentaba una herida grave en la mano
derecha, que resultó en la amputación de la misma.
No parece responder a la terapia diaria
que mantiene con el director del centro y sólo acepta la autoridad
del mismo una vez que éste se aleja, solicitando, entonces, que le
hagan llegar mensajes que escribe en hojas de papel.
Por el contenido de dichos mensajes,
que entrega de forma aleatoria a enfermeras o algún otro interno,
se deduce que considera que el doctor que la atiende a diario y el
director del centro son dos personas diferentes y, en los últimos
días, parece estar desarrollando comportamientos paranoides.
Más allá de dichos mensajes, no se
relaciona con el personal, si no es para solicitar alimentos o
bebidas y para exigir que su habitación se limpie. Insiste en el mal
olor.
Permanece sentada, leyendo periódicos
antiguos.
No presenta síntomas de trastorno
bipolar, ni depresión.
Entiende las causas de su
confinamiento, pero no presenta remordimientos.
Se niega a recibir visitas.
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